lunes, 24 de mayo de 2010

La Dama de Elche

Quizá no voy a hacer un artículo demasiado original dado todo lo que hay escrito sobre esta escultura íbera, pero aún así, dada su importancia, quiero dedicarle un espacio en el blog puesto que representa a una de las muchas culturas que habitaron la Península Ibérica y por lo tanto, es parte de nuestra herencia, en mayor o menor medida. Se trata de un busto íbero datado entre los siglos V y VI a.C., que mide unos 56 centímetros y que cuenta en su parte trasera con una cavidad que se cree servía para depositar algún tipo de ofrendas, por lo que se ha barajado la posibilidad de que no fuese la representación de una dama sino de una diosa infernal (¿Tanit? ¿Astarté?), aunque otra opción es que ese hueco servía para depositar cenizas de un difunto, por lo que la escultura sería una urna funeraria.

La zona en la que fue encontrada constituyó un poblado íbero llamado Helike (en griego) y que posteriormente sería renombrado como Illici Augusta Colonia Julia por los romanos. Más tarde, los árabes tomarían el nombre Illici y lo derivarían en Elche. Actualmente, la pieza constituye uno de los tesoros del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Está situada en el centro de una sala no demasiado grande (al menos cuando yo la ví la última vez), de modo que se puede rodear y contemplar en su totalidad.

La mayor importancia de la escultura es que podemos ver en ella un atuendo típicamente ibérico, seguramente el que llevaban las mujeres de clase alta. Además, conserva restos de los colores originales, lo que desmonta la teoría de que esta escultura es un fraude llevado a cabo en el siglo XIX. En esa época, a ningún artesano se le habría ocurrido colorear una escultura "clásica". Lleva una túnica azul y una mantilla rojiza sujeta con una peineta. Encima de esta túnica azul llevaba un manto grueso de tonos color tierra. Los labios están pintados y el rostro conserva el color original de la piedra caliza en la que está tallada la figura, caliza naranja. Las llamativas ruedas que cubren sus orejas están sostenidas por la diadema que lleva en la frente y es una pieza de joyería típica de esta cultura, según la descripción que Artemidoro nos da en una de sus obras. Además, lleva numerosos collares y colgantes con pequeñas figuritas que se cree son copias de piezas fabricadas en Jonia y que pasaron después a Etruria. Es de destacar que a pesar de que vestimenta, tocado y joyas poseen un estilo íbero, el rostro sigue modelos griegos.

La zona en la que apareció la escultura ha permitido el descubrimiento de un poblado íbero-púnico, sobre el que posteriormente se edificaron casas romanas de las que aún se conservan mosaicos y hasta el alcantarillado. Por encima de los restos romanos, se hallaron los de una basílica cristiana datada en el siglo V d.C.

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