martes, 23 de agosto de 2011

El culto al ciervo

El primer dato que tenemos para corroborar la importancia del ciervo en las tribus prerromanas de la Península Ibérica (o al menos entre los lusitanos y sus vecinos más próximos) es el relato acerca de la cierva de Sertorio que nos ha legado Apiano. Éste nos cuenta que Sertorio vio que una cierva daba a luz unos cuantos cervatillos, uno de los cuales era blanco. Interpretó esto como una señal y adoptó al animal, que según crecía le seguía a todas partes. La visión de Sertorio seguido por un ciervo blanco hizo que los lusitanos le respetasen y luchasen con gran fuerza y valor contra las fuerzas de Pompeyo. Entre los indígenas se decía que Ártemis, Diana o una diosa de carácter similar se la había dado a Sertorio para protegerle y llevarle a la victoria Pero un día el ciervo desapareció y ambos bandos del ejército romano olvidaron sus diferencias para encontrarlo, movidos por la superstición. Cuentan que Sertorio incluso sufrió ataques de ansiedad.

Al cabo de los meses, en plena refriega en el Sucro (río Júcar), el animal apareció en el campo de batalla, provocando un gran impacto psicológico en los guerreros, pues era como una señal. El bando enemigo huyó despavorido y a partir de aquí, hay dos versiones acerca del final. Suetonio dice que la cierva blanca murió pisoteada por los caballos de los soldados, y en cambio, Salustio dice que el animal se metió en un charco del que salió ¡de color marrón!. Es decir, que alguien había embadurnado a una cierva común con cal para que todos pensaran que era un milagro.

De esta anécdota podemos sacar varias deducciones acerca del carácter sagrado y protector de la figura del ciervo, como por ejemplo la evidencia del culto a Ártemis y Diana y por lo tanto, la más que probable existencia de una divinidad con atributos parecidos. Además, sabemos también que la presencia de atributos peculiares en animales sagrados eran considerados como signos favorables, algo conocido en varias civilizaciones. Se conservan además varias figuras de bronce de esta época con signos de uso ritual, sobretodo funerario, lo que puede indicar el papel del ciervo como psicopompo.

Sabemos de la práctica a primeros de año de unas mascaradas en las que era costumbre disfrazarse de ciervo con astas o cubriéndose con una piel para entregarse a actividades eróticas. El problema es que la constancia de estos festivales (documentados también en la Galia) está atestiguada en unos documentos del siglo IV d.C., una época bastante más tardía que la que nos ocupa, y no podemos saber si ya se practicaba en época prerromana. En cualquier caso, ahí está el dato para poder elucubrar acerca de su origen. A favor de la teoría del origen prerromano tenemos unos vasos encontrados en Bronchales (Teruel), fechados a mitad del siglo I d.C., en los que aparece un individuo con una cabeza de ciervo, túnica corta, calzado, lanza corta y escudo. También en Numancia aparecieron unas imágenes de dos hombres danzando con los brazos embutidos en cuernos, aunque más bien parecer ser de bóvido.

En principio sólo hay evidencias de este culto entre los lusitanos y los turdetanos, pero pienso que es probable que también existiera en cualquier zona de la Península Ibérica en que hubiera abundancia de este animal y su presencia fuese importante en cuanto a economía y subsistencia. Seguramente su importancia estaba relacionada también con la fertilidad y con el señorío de los bosques. Asimismo, el hecho de que cambie la cornamenta todos los años podría ser considerado como un símbolo de regeneración y de renovación de ciclos.

En cuanto al tipo de culto que se le hacía, no tenemos datos, pero podemos suponer que quizá se dejaba comida en los bosques para los ciervos. Es posible también que portasen amuletos fabricados con dientes o asta y también objetos hechos con su piel. La divinidad asociada con el ciervo asumimos que habitaría los bosques y estaría relacionada con la vida salvaje, pero como he dicho antes, esto simplemente son elucubraciones acerca de lo que podemos suponer que fueron los aspectos religiosos sobre el ciervo.

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sábado, 20 de agosto de 2011

Foro de reconstruccionismo celta de la Península Ibérica

Hoy quisiera anunciaros la creación de un foro sobre reconstruccionismo celta de la Península Ibérica que he llevado a cabo junto con Carlos Sánchez, seguidor también del antiguo culto de los dioses prerromanos.

Os invito a que le echéis un vistazo, tanto si seguís esta tradición como si no, pues allí también ofreceremos información histórica sobre los pueblos prerromanos y todo lo que les concierne que os puede interesar. Si pertenecéis a algún grupo recreacionista centrado en estos pueblos también seréis bienvenidos; ¡el intercambio de información nos favorece a todos!. Algunos de los artículos allí expuestos no estarán en este blog puesto que no son de mi autoría.

Espero que os guste:

http://celticahispana.foroactivo.com/


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miércoles, 3 de agosto de 2011

Los celtíberos

Conocemos como celtíberos a los pueblos celtas que habitaban al oeste de la Cordillera Ibérica. A menudo se utiliza el término "celtíbero" para referirse en general a los pueblos celtas de la Península Ibérica pero esto es incorrecto; lo adecuado sería usar la palabra "celtibérico". El nombre "celtíbero" fue dado a estos pueblos por los romanos, ya que los consideraban una mezcla de íberos y celtas. Hoy día sabemos que los pueblos celtíberos tenían una cultura totalmente celta.

Hay muchas teorías acerca del territorio que ocupaban y si absorbían o no a otros pueblos menores, pero parece ser que se podría decir que ocupaban Guadalajara, Zaragoza, Teruel, el sur de la Rioja, Soria y parte de Burgos. Otros autores lo extienden incluso a Asturias y Cuenca, pero yo de momento lo dejaré así. Algunos pueblos menores están considerados celtíberos, como por ejemplo, los arévacos, por lo que se ha considerado que el término "celtíbero" podría aplicarse para señalar una entidad étnica más que política o cultural.

Encontramos el comienzo de su desarrollo alrededor de los siglos VII - VI a.C., con novedades en la forma de asentamiento, la tecnología y los rituales funerarios que indicaban la presencia de una clase guerrera que produjo la existencia de una fuerte jerarquización social. Se percibe la influencia de la cultura de los Campos de Urnas proveniente del continente (lo que explicaría que hablasen una lengua celta) y por otro lado, cierta influencia íbera en el uso de la moneda y la escritura. El aprovechamiento de los recursos naturales y su situación de paso entre la costa mediterránea y el interior de la península hizo que los celtíberos se convirtieran en un pueblo rico en habitantes y poder.

Socialmente la población se estructuraba siguiendo un método de consanguineidad, es decir, cada familia o gens descendía de un antepasado común. Esto se manifiesta en la vida cotidiana cuando vemos que todos los miembros de una gens comían y dormían juntos. El núcleo familiar estricto quedaba supeditado a la gens, lo que se ha deducido por los estudios epigráficos de la zona. Políticamente se organizaban mediante una asamblea popular, un consejo de ancianos y unos viros o veramos (magistrados), lo que quizá era un reflejo también de la organización social, en la que había una jerarquía militar dominante.

La economía de los celtíberos se basaba en la agricultura del trigo y la cebada y en menor medida, las legumbres, la vid y los frutos. Se sabe que también se recolectaban nueces y bellotas. En cuanto a la ganadería, la mitad de la misma se centraba en las cabras y ovejas, de las que obtenían leche, carne y lana; el resto estaba constituido por vacas y cerdos y animales de tracción. Se cazaban ciervos, corzos, jabalíes, liebres, conejos, osos y lobos. Por último, existía una importancia explotación de minerales, destacando entre ellos el hierro, que fue lo que proporcionó más poder y riqueza a la zona.

En cuanto a la religión, no se conocen demasiados datos aunque se piensa que seguramente su panteón estaría conformado por una serie de divinidades de la naturaleza, divinidades celtas de amplia difusión (Lug o las Matres) y dioses locales de tipo animista y con carácter totémico o territorial. No se conoce la existencia de templos en el interior de las ciudades, por lo que se supone que el culto se daría en el exterior de las mismas, en recintos naturales sin intervención de la mano del hombre.

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