miércoles, 13 de octubre de 2010

El culto a los muertos en la Antigüedad

Dada la cercanía de la noche del 31 de octubre, he pensado en hacer una pausa en la colección de breves artículos de los pueblos prerromanos de la Península Ibérica para pasar a explicar el significado y las costumbres acerca del culto funerario en diversas civilizaciones de la Edad Antigua. Todos sabemos la historia de Halloween y también hemos oído hablar del Samhain celta pero... ¿había otras épocas consideradas apropiadas para el culto a los muertos? ¿Qué divinidades y creencias estaban relacionadas con esto? Intentaré responder estas preguntas en el siguiente artículo.

Comenzaremos en Babilonia. No tenemos demasiados detalles acerca del culto funerario, pero sí sabemos que se enterraba a los muertos en los jardines o bajo el suelo de las casas, y que a menudo se les dejaban ofrendas por lo que se concluye que tenían una creencia en el más allá, o cuanto menos, en la pervivencia del alma tras la muerte.

Seguimos el camino en el Antiguo Egipto. Todos sabemos acerca de la importancia que los egipcios otorgaban a la muerte y de su preocupación porque todo estuviera perfecto a la hora de morir. Los cuerpos eran embalsamados y colocados en tumbas con ajuares más o menos numerosos para que no le faltara nada al muerto en el otro lado. No había ritos funerarios más allá de los que se realizaban desde el momento de la muerte hasta que se depositaba el cuerpo en la tumba. Después de eso, la familia tenía simplemente que mantener la tumba en buenas condiciones puesto que lo importante, que era facilitar el paso del alma al otro mundo, ya se había realizado.

En Grecia existían varias festividades dedicadas a los difuntos y concretamente en Atenas se celebraban las Genesias a primeros de septiembre, durante las cuales se hacían ofrendas a los muertos y también a la diosa Gea. A pesar de esto, el día 30 de cada mes se dedicaba a los parientes fallecidos, aunque no eran actos públicos como las Genesias sino que cada familia lo celebraba en la intimidad de su hogar.

En Roma se enterraba a los muertos a ser posible cerca de los vivos, porque tenían la creencia de que seguían pululando por la tierra y seguramente ejerciendo las misas actividades, por lo que al cazador se le enterraba con su arco, al agricultor con sus aperos, al soldado con su espada, etc. Se les dejaban flores e incluso se organizaban banquetes alrededor de las tumbas para compartirlos con el difunto. En cuanto a festividades concretas para los difuntos, tenían las Lemuria, celebradas el 9, 11 y 13 de mayo, durante las que se apaciguaba a los espíritus familiares que habitaban en el hogar.

Los celtas celebraban la noche de Samhain a finales de octubre, la noche más larga del año en la que el mundo de los vivos se fundía con el de los muertos ya que el velo que los separa normalmente caía. Para ellos era el comienzo del año y aprovechaban para honrar la memoria de los ancestros. Esto mismo hacían los pueblos del norte de Europa a mediados de noviembre, cuando celebraban el Einherjarblot.

Algo más lejos, en la Antigua China, el confucionismo otorgaba una gran importancia al culto a los antepasados, pues existía la creencia de que éstos podían castigar o premiar las acciones de los que quedaban vivos. Para los antiguos japoneses, los espíritus de los muertos se convertían en pequeños dioses, kamis, que adquirían el carácter que el difunto había tenido en vida y tenían una presencia permanente.

Hasta aquí unas breves pinceladas acerca de este tema. Hay mucho más que contar y otros pueblos de los que hablar, os invito a ampliar la información participando en el foro: Culto a los muertos

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lunes, 4 de octubre de 2010

Los ilergetes

Los ilergetes son un pueblo prerromano situado en lo que hoy conocemos como Huésca, Lérida y parte de Zaragorza y Castellón. Su cultura está basada en el sustrato indígena íbero más los impulsos recibidos durante la Edad de Bronce por parte de otros pueblos indoeuropeos. Se cree que al menos en la zona norte eran hablantes de protoeuskera. Su capital era Atanagrum, desconocida hasta la fecha, y le seguían en importancia Ilerda, la actual Lérida, que en ciertos momentos fue considerada capital.

Tenían una sociedad basaba en la figura de un rey que se rodeaba de una fuerte oligarquía con un carácter militar muy marcado. Cuando llegaron los romanos a la Península Ibérica, éste era uno de los pueblos más avanzados y además, eran buenos comerciantes que incluso hacían transacciones con moneda propia. Había ciudades que tenían organizaciones parecidas a las curias, pero se cree que esto pudo ser por influencia romana.

Su economía se basaba en la ganadería y el grano, habiéndose encontrado un importante número de molinos. Esto se acompañaba de un gran desarrollo de la orfebrería, la metalurgia y todo lo relacionado con lo textil. La cerámica tenía influencias griegas y fenicias.

Destacan entre los ilergetes las figuras del rey Indíbil y su lugarteniente Mandonio, quienes se enfrentaron en numerosas ocasiones a Roma durante la Segunda Guerra Púnica, ya que se aliaron con Cartago. La decadencia de los ilergetes comienza a finales del siglo II a.C., momento en el que fueron sometidos por Catón.

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