miércoles, 27 de enero de 2010

Las Lupercales

Las Lupercales son unas fiestas celebradas en Roma alrededor del 15 de febrero en honor a Pan Liceo, también conocido como Fauno Luperco, "el que protege al lobo". Estas fiestas eran presididas por un cuerpo especial de sacerdotes formado por hombres (primero pastores, después gente de la aristocracia) que hubiesen vivido su adolescencia en los bosques, comportándose como lobos, mediante un rito de iniciación a la edad adulta. Se reunían en la gruta del Lupercal, situada en el monte Palatino, donde se supone que una loba había amamantado a Rómulo y Remo, enlazándose estas fiestas con el mito del origen de Roma, especialmente en los últimos años de la República.

Existía en ese lugar una higuera cuyas raíces se decía que habían detenido la cesta en la que iban los dos gemelos, salvándoles la vida. A la sombra de la misma, se sacrificaba a un perro y a un macho cabrío. Con el cuchillo manchado de la sangre de éste último se marcaba la frente de dos de los luperci, limpiándola después con un jirón de lana del mismo animal empapado en leche. Tras esto, estallaban en una gran carcajada ritual. Por último, se cortaban jirones de la piel de los dos animales, los februa, llamados así por la deidad sabina del mismo nombre o por uno de los sobrenombres de Juno, Februalis ("la que purifica"), siendo quizá el origen del nombre del mes de febrero. Cubiertos tan sólo con un taparrabos, salían corriendo alrededor del Palatino azotando a la gente, especialmente a las mujeres, con estos februa, a modo de purificación.

El origen de esta fiesta está en una leyenda según la cual durante el reinado de Rómulo y Remo, las mujeres de Roma quedaron estériles. Se pidió consulta a la diosa Jano, quien respondió diciendo que la solución era ser "fecundadas por un macho cabrío velludo". Los februa simbolizan el falo, y el acto de golpear con ellos a las mujeres, la fertilización. Para aumentar la misma, algunas mujeres se cubrían de púrpura, que además era el color que representaba a las prostitutas sagradas de los luperci (las lupas o lobas) y ejercían sus actividades en el Ara Máxima.

Probablemente esta fiesta se celebraba desde tiempos bastante antiguos. Tenemos una referencia de Cicerón en la que dice: "esta cofradía salvaje y agreste, de hermanos en figuras de lobos la unión silvestre de los cuales se estableció antes que la civilización y las leyes", de lo que se deduce que no estaba bien visto participar en ella (al menos desde el siglo I a.C) y que tenía un origen bastante antiguo. Hay diversas interpretaciones sobre el significado primario, aunque se pueden agrupar en dos tendencias: debido al protagonismo del lobo y la cabra, puede ser un rito agrícola en el que se honraba al lobo para que no atacara los rebaños; la segunda teoría, esgrimida por Tito Livio y Ovidio, es que era un homenaje al dios Pan o Fauno, el cual era representado con pezuñas y cuernos de macho cabrío. En cualquier caso, su origen parece estar ligado a celebraciones agrícolas y pastoriles, aunque por motivos políticos, con el paso de los años se fue ligando poco a poco al origen de Roma.

Esta festividad fue prohibida por el Papa Gelasio I en el año 494, sustituyéndola por la celebración de la Candelaria, centrándose en el significado de la purificación y obviando la parte de la fertilidad.

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lunes, 25 de enero de 2010

Perséfone / Proserpina

La primavera está a la vuelta de la esquina y eso quiere decir que la diosa Perséfone(Περσεφόνη),Proserpina para los romanos,está a punto de regresar a la tierra con su madre Démeter (o Ceres). Es por ello que voy a dedicarle un artículo en el que revelar otros aspectos de esa diosa aparte del de reina del inframundo, que es como más se la suele conocer. El mito del rapto de Perséfone por Hades es uno de los más importantes de la mitología clásica, ya que es el que da explicación a algo tan básico como es la alternancia del ciclo de las estaciones sobre la tierra. Además, es uno de los pocos mitos en el que aparece Démeter, la diosa de la agricultura y del verano, y es el que dio origen a los significativos Misterios de Eleusis.

Perséfone tiene otro sobrenombre que es el de Koré, Κόρη, que quiere decir "joven, muchacha, doncella", en contraposición al de su madre, Démeter, Δημήτηρ, que quiere decir "diosa madre"; además, Démeter tiene otro aspecto que es el de anciana, el cual adopta cuando Perséfone desaparece, por lo que juntan entre las dos figuras los tres aspectos de la mujer y los ciclos de vida, muerte y resurrección. Pero ahora vamos a centrarnos exclusivamente en la figura de Perséfone.

Los griegos temían a Perséfone en su faceta de diosa del inframundo e incluso se pensaba que era nefasto pronunciar su nombre en voz alta, llamándola preferiblemente "la Doncella". En la Odisea, Ulises se refiere a ella como la "Reina de Hierro" y habla de ella como un ser cruel (canto XI). En los Misterios de Eleusis, ella era la figura central, pues se supone que a los iniciados se les revelaban hechos secretos acerca de la diosa (su supuesto hijo nacido en el fuego, el Eón)y además, tenían una visión de su figura. Se les prometía la asistencia a una cena en los infiernos bajo la severa mirada de la diosa.

Perséfone tenía su propia festividad, la Antesforia, celebrada en Sicilia, donde supuestamente se llevó a cabo su secuestro por parte de Hades, y en el Peloponeso, aunque allí era menos popular. Ese día, se llevaban espigas de trigo a los templos como ofrenda.

La historia de Démeter y Perséfone es realmente de las más conmovedoras de la mitología griega, pues trata de sufrimiento de una madre a la que separan de su única hija para llevarla a los Infiernos, donde debe estar obligatoriamente ya que se encuentra encadenada al Hades por hacer comido un grano de granada, fruto asociado al Inframundo. Esto nos recuerda la advertencia que existen en otras mitologías acerca del peligro de ingerir alimentos del mundo de los muertos.

Pensar que el invierno y la esterilidad de la tierra es producto de la congoja de Démeter por la ausencia de su hija es realmente triste pero por fortuna, sabemos que el ciclo de las estaciones sigue imparable y que al final, Perséfone siempre vuelve con su madre.

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sábado, 23 de enero de 2010

Ataecina

Ataecina (también Atecina, Ataegina, Ategina, Adaecina, Adegina... depende de la zona) es una diosa a la que se rindió culto prácticamente en toda la Península Ibérica antes y durante la ocupación romana, al menos en los tres primeros siglos del Principado. La etimología de su nombre nos lleva a comprender su significado, "la renacida", lo que coincide con las atribuciones que se cree que tenía: una diosa ctónica del Inframundo, dueña de todo lo que hay bajo el suelo y que por tanto, favorece la fertilidad de la tierra, siendo también por ello diosa de la fertilidad y del renacer vegetal, es decir, de la primavera, aunque pueda parecer paradójico que una diosa infernal pueda serlo al mismo tiempo de la primavera. Esta teoría viene reforzada por las inscripciones de época romana en la que se la identifica (que no sincretiza) con la diosa Proserpina, quien habitaba en el Hades durante el invierno y volvía a la tierra para llevar la primavera.

Existen actualmente y según Juan Manual Abascal 36 inscripciones seguras acerca de Ataecina, la mayoría de las cuales se encuentran en Alcuéscar (Cáceres, Extremadura). También hay testimonios en Toledo y Cuenca y en Cerdeña, donde seguramente llegó el culto a Ataecina gracias a soldados mercenarios.

El culto a Ataecina se caracteriza por el levantamiento de altares y el uso de pequeños exvotos que bien podían tener forma de cabritas o bien podían ser cilindros en los que se tallaba un rostro de grandes ojos redondos combinados con otras formas geométricas que conformaban los rasgos de la cara. En las inscripciones se pide tanto su bendición como maldiciones, que podían ir desde una enfermedad ligera hasta la muerte. También se le pedía la curación de diversas dolencias. El centro del culto se encontraba en la ciudad e Turóbriga, la cual no se sabe si pertenecía a la Bética o a Lusitania, dando lugar a la posibilidad incluso de que existieran dos ciudades con ese nombre. También se ha pensado que más que una ciudad, pudiera tratarse de un lugar sagrado junto al cual se realizarían los ritos, y dado que es una zona de encuentro de varias tribus (vettones, lusitanos y celtici), quizá también sirviera de punto de encuentro y pactos entre las mismas. Junto a algunas lápidas se han encontrado huellas de patas de cabra, por lo que seguramente se sacrificarían estos animales para ofrecérselos a la diosa.

Es curioso destacar que muchos de los yacimientos en los que se han encontrado inscripciones y objetos dedicados a Ataecina se encuentren cerca de explotaciones mineras de hierro y estaño. Esto refuerza el carácter de diosa del Inframundo de Ataecina, ya que en varias mitologías, el dios del Inframundo es poseedor también de los metales y minerales ocultos en las entrañas de la tierra. Un ejemplo sería el dios griego Hades.

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domingo, 17 de enero de 2010

Las Matronae

Con el término Matronae nos referimos a tríadas de diosas asociadas con la fertilidad que fueron veneradas en zonas concretas de Europa entre los siglos I y V d.C. Aunque el origen se les supone bastante más antiguo (se ha relacionado con la cultura de La Tène, II Edad del Hierro), las representaciones plásticas que conservamos de ellas proceden de esta época, ya que la expansión de este culto se vio favorecida por el crecimiento de la cultura romana. Las zonas en las que podemos encontrar restos de este culto son Germania (especialmente la zona del bajo Rhin), la Galia oriental y el norte de Italia y de la Península Ibérica.

Estas diosas aparecen de tres en tres, rodeadas de frutas y animales, y normalmente con un pecho descubierto, aludiendo también de esa manera a la maternidad. Las inscripciones que se conservan están escritas en lenguajes celtas o germánicos y muchas veces dan gracias a estas divinidades por su protección, por lo que quizá se les podría aplicar también esta característica. En ocasiones, podrían ser asimiladas también a diosas de la tierra y adquirir nombres que aludían a los localismos de las zonas en las que se les rendía culto; es por esto por lo que muchas veces es complicado discernir en las inscripciones si se habla de ellas o de otras divinidades. Encontramos también nombres de estas diosas relacionados con etnias concretas, como por ejemplo las Hiannanefaticas, a las que los cananefates rindieron culto en la actual Holanda. Además, parece ser que las representaciones tienen bastante influencia grecorromana en cuanto al estilo artístico, por lo que también surgen debates en torno a algunas representaciones cuando se trata de vislumbrar su origen en este sentido.

He observado que en muchos lugares se trata de relacionar a las matronae con tríadas de diosas que, en realidad, tienen características que no se les pueden aplicar, como por ejemplo, la diosa irlandesa Morrigu. Aquí surge un problema de interpretación bien sencillo: las matronae simbolizan la fertilidad, la tierra (entendida como territorio) y la maternidad; si bien no voy a negar que Morrigu pueda tener estos atributos, es cierto que tiene otros que la alejan definitivamente de las matronae, por lo que no debemos caer en la tentación de lo fácil, que es asegurar que las representaciones de las matronae se pueden aplicar a cualquier tríada de divinidades femeninas. Un ejemplo que sí se podría aplicar sería el caso de la tríada de diosas de la tierra de Irlanda, Eire/Bamba/Fotla, puesto que simbolizan la tierra y la fertilidad, pero tampoco podemos decir que algunas de estas representaciones puedan ser ella, puesto que, lingüísticamente hablando, no podemos relacionar las inscripciones celtas de las matronae con el gaélico irlandés.

En cuanto al origen, si observamos la cronología de las inscripciones, podríamos casi asegurar al cien por cien que es celta y que efectivamente, podría provenir de la cultura de La Tène, ya que las primeras representaciones aparecen en la Galia. De ahí, pasan al norte de Italia, y por último, a los alrededores del Rhin, relacionadas con los ubios, una tribu germana fiel a Roma. Son zonas fuertemente romanizadas así que podemos confirmar que, aunque el origen de las matronae no es romano, sí que esta civilización asumió su culto y ayudó a difundirlo. Es más, quizá, si no fuera por las inscripciones celtas y germanas, los historiadores hubieran concluido que el origen de las matronae era romano.

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martes, 5 de enero de 2010

El culto al emperador

Es de sobra sabido que en la antigua Roma, con la llegada de la época imperial y el ascenso al poder de Octavio Augusto, se fue desarrollando un culto hacia el emperador en el que éste era considerado descendiente de alguna divinidad. Los precedentes de este culto los encontramos ya en la República, con Julio César, quien consintió que se levantara una estatua en su honor en el año 44 a.C. Asimismo, Augusto le dedicó un templo en Roma calificándole de "divino Julio", Divus Julius.
Poco a poco y con cierta timidez, podemos ir viendo como los sucesivos emperadores fueron adoptando estas costumbres. Augusto edificó un templo para sí mismo en Pérgamo y Tiberio, en Esmirna, aunque hemos de aclarar que estos templos no estaban dedicados a ellos en exclusiva sino que los compartían con el Pueblo de Roma, el primero, y con el Senado, el segundo, siempre según los Anales de Tácito.

Calígula rompió la tradición mandando construir numerosos templos y estatuas en su honor pero todas fueron destruidas cuando acabó su mandato. Claudio volvió a la austeridad de Augusto y Tiberio, construyendo sólo un templo, esta vez, en Britania. Es curioso que ninguno de estos emperadores ni sus sucesores realizaron la erección de estos templos en la propia ciudad de Roma, ni siquiera en Italia. Según Dion Casio, en Italia eran adorados simplemente como héroes, en el caso de que hubieran sido buenos gobernantes. Algunos emperadores, como Augusto, Nerón y Adriano, tuvieron también altares propios.

Por lo general, era raro que un emperador se autodenominase dios en vida.; sólo Domiciano se atrevió, causando un gran escándalo. Solían ser deificados a su muerte, por lo tanto, si su sucesor tenía una mínima vinculación con el fallecido, ya se consideraba "hijo de un dios", y por lo tanto, adquiría cierta divinidad sin resultar demasiado presuntuoso. Hay que especificar que entre el vulgo, era algo a lo que no se daba importancia e incluso en ocasiones se hacían mofas. Incluyo aquí una cita atribuida a Vespasiano en el momento de su muerte:

"Vae... puto deus fio! ("¡Ay de mí, creo que me estoy convirtiendo en dios!")"

Hay que aclarar algo importante y es que no debemos imaginar este culto como algo homogéneo realizado por el conjunto de la población. Al principio, se trataba simplemente del conjunto de rituales encaminados a ensalzar la figura del gobernante en cuestión y que consistían en sacrificios a los dioses pidiendo por la salud y la seguridad del emperador. Esto cambió después del mandato de Adriano, cuando el culto al emperador sirvió para descubrir a los cristianos. Se hizo obligatorio hacer una ofrenda de incienso al emperador, a cambio de recibir un certificado mediante el cual podían demostrar su lealtad al Imperio. Obviamente, los cristianos se negaban a hacerlo y era la manera de descubrirlos.

En ocasiones, este culto podía extenderse a la familia imperial y de hecho hay evidencias de varias mujeres que alcanzaron el sobrenombre de augusta, como por ejemplo Drusilla, hermana de Calígula, o Livia, esposa de Augusto, quien incluso dispuso de un templo propio en Ramnunte, Grecia.

Este culto finalizó con el mandato de Constantino I y la implantación del Cristianismo en el Imperio.

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