viernes, 28 de agosto de 2009

Las Panateneas

Una vez al año se celebraban en Atenas las Panateneas, fiestas dedicadas a la protectora de la ciudad que congregaban a todos los habitantes de la ciudad e incluso a otros que llegaban desde fuera para rendir culto a la diosa de los ojos garzos. Tenían lugar en la segunda mitad del mes de julio, por lo que ahora mismo pero hace más de 2000 años, Atenas estaría bullente de gente, de fiestas y en plenos preparativos de la gran procesión. Además, esta celebración unía todos los puntos importantes de Atenas que tenían que ver con la diosa, de manera que prácticamente todos los rincones de la ciudad estaban invadidos por los variados concursos y actos rituales que se hacían en honor a Atenea mediante la llamad “vía panatenaica”, que unía la Academia, el Cerámico, el Ágora y la Acrópolis. Aparte de estas Panateneas, cada cuatro años se celebraban las Grandes Panateneas, que eran similares a los Juegos Olímpicos sólo que dedicados a Atenea.

Todo comenzaría en la Academia, un santuario extramuros dedicado al héroe Academo que posteriormente sería utilizado por Platón para impartir sus enseñanzas. Aquí comenzaban las celebraciones con la lampadodromía y, además, era un lugar próximo a los olivos sagrados de Atenea, que según la tradición son los que retoñaron de aquél que hizo crecer la diosa en su disputa con Poseidón, siendo un vínculo mítico y simbólico. En un altar aquí situado era donde se encendía la antorcha con la que posteriormente se encendía el fuego del altar de la Acrópolis, donde se realizaría el sacrificio.

El siguiente punto es el Cerámico, lugar de enterramiento en el que se encontraban las tumbas de todos los muertos en guerras y además, desde el que partía la gran procesión que constituía el acto principal de las Panateneas.

El camino continuaba hasta el Ágora, donde se atravesaba la plaza principal y se celebraban la mayor parte de los concursos dedicados a Atenea durante esos días: atléticos, musicales, de recitación, etc… De esta manera, se cohesionaba el sentimiento religioso de la ciudad ya que las Panateneas fueron las únicas fiestas que se celebraron de manera continuada hasta el año 395, en el que se puso fin a los cultos paganos.

Tras atravesar el Ágora, la procesión llegaba la Acrópolis, principal santuario de la ciudad y lugar en el que se llevaban a cabo todos los actos rituales de la fiesta (ofrenda del peplo, sacrificios…). A pesar de que su presencia es menor en cuanto al protagonismo de otras partes de la ciudad, hemos de darnos cuenta de que lo más importante de las Panateneas no eran los llamativos y multitudinarios concursos, sino precisamente los actos religiosos expresados hacia la protectora de la ciudad, que se llevaban a cabo en la Acrópolis.

La procesión recorría todo el santuario hasta llegar al altar de Atenea Polias. A pesar de lo que se cree, el edificio del Partenón no se utilizaba en estas fiestas, ya que se trataba simplemente del lugar en el que se guardaba la famosa estatua crisoelefantina de la diosa. No se han hallado restos que pudieran indicar que allí se llevaba a cabo algún tipo de culto. Aparte del altar de Atenea Polias, también se iba al de Atenea Niké y al de Hygieia. En el templo que albergaba éste último se llevaban a cabo sacrificios “misteriosos” de los que no ha quedado información. De esta manera, se honraba a Atenea como protectora de la ciudad (Polias), como dadora de la victoria (Niké) y se la relacionaba con la fertilidad a través de Hygieia, que parece ser una divinidad de origen ctónico (del griego antiguo χθόνιος khthónios, ‘perteneciente a la tierra’, ‘de tierra) designa o hace referencia a los dioses o espíritus del inframundo).

En el templo de Atenea Polias era donde se realizaba la ofrenda del peplo, el acto más importante de toda la jornada. El peplo era tejido por mujeres del Ática durante todo el año, quizá en alguna de las construcciones de la Acrópolis, aunque no se han encontrado restos que puedan confirmarlo. Las canéforas (muchachas de familia nible) llevaban el peplo y era una gran honor poder participar en la procesión. Además de las portadoras del peplo, también iban sacerdotes, ancianos con ramas de olivo, jóvenes hoplitas, los vencedores de los juegos y representantes de las colonias atenienses. Tras la ofrenda, se llevaban a cabo los sacrificios de los animales, cien vacas y algunas ovejas, cuya carne se consumiría en el gran banquete que daba término al festival.

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Las Mamuralia

El 14 de marzo se celebraba en Roma una festividad conocida como las Mamuralia, nombre que proviene de Mamurius Veturius, una reminiscencia de los orígenes del dios Marte. En este día, un esclavo era vestido con pieles y se le echaba de la ciudad azotándole con cayados largos y blancos. Los romanos veían en este esclavo al Viejo Marte, al Dios Invierno, al que se expulsaba para que el invierno finalizase y pudiese llegar la primavera. Si a alguien le extraña que se asocie al dios Marte con un cambio estacional, he de recordar que en sus orígenes, Marte era un dios de la vegetación germinante, no en vano se le atribuye el mes de Martius (Marzo), cuando la vegetación comienza a salir tras el invierno.

Pero algunos autores ofrecen otras intepretaciones a esta festividad. Según Lydius, esta fiesta proviene de un mito en el que Júpiter expulsa al herrero de la ciudad por haber hecho mal un escudo de la misma. La explicación que da a esta interpretación es que Mamurius proviene del vocablo de origen etrusco mar, que quiere decir "golpear, pegar, aplastar", lo que conduce a las actividades que realiza un herrero. Hay que entender entonces la importante posición económica que jugaban los herreros en las sociedades primitivas, casi se le daba un significado religioso puesto que obtenía su materia prima de las entrañas de la tierra y con ellas fabricaba objetos para la vida cotidiana. Este hecho le dio en muchas ocasiones un carácter iniciador, es decir, transmitía a los jóvenes sus conocimientos. Cuando éstos ya estaban iniciados en su arte, le expulsaban, simbolizando así el paso de la juventud a la vida adulta. Según Jean-Noel Robert en su obra Eros Romano, era habitual en sociedades primitivas que la iniciación de los jóvenes en determinados oficios culminase con la expulsión del maestro.

También se ha hablado de que las Mamuralia podrían haber sido la segunda etapa en un ciclo iniciador de los jóvenes. Este ciclo comenzaría el 15 de febrero con las Lupercalia, festividad de desenfreno que supondría una iniciación de tipo sexual y terminaría con las Mamuralia el 14 de marzo, donde se llevaría a cabo una iniciación de tipo guerrero. Tres días después, los jóvenes serían inscritos en las listas de ciudadanos, culminando así su transición a la vida adulta.

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Los misterios de Eleusis

Los grandes misterios eleusinos eran una serie de ritos articulados en torno a la leyenda de Deméter y su hija Perséfone, según la cual ésta fue secuestrada por Hades, el dios de ultratumba, que se había enamorado de ella al verla recogiendo flores. Deméter estuvo meses buscándola y por lo tanto, descuidó su trabajo como diosa de la agricultura, sumiéndose la Tierra en el invierno, arruinándose las cosechas y escondiéndose el sol. Por fin pudo llevársela, pero Perséfone había comido tres semillas de granada y por lo tanto, quedó vinculada para siempre al inframundo. Llegó a un acuerdo con Hades según el cual Perséfone repartiría su estancia entre el mundo de la superficie y el inframundo, dando origen a las estaciones del año. Una versión más amplia de esta historia se encuentra en el Himno Homérico a Deméter.

Los Misterios duraban una semana y se celebraban todos los años a comienzos de otoño. Las celebraciones se repartían entre las ciudades de Atenas y Eleusis. Los iniciados acudían de todas partes de Grecia y más tarde, incluso del mundo romano. Salían mensajeros de Eleusis para proclamar una tregua sagrada durante 55 días.

El desarrollo de la parte pública

Las actividades comenzaban un día antes del día oficial, cuando se transportaban ciertos artículos sagrados cuya naturaleza se desconoce desde Eleusis hasta Atenas, tras los sacrificios preliminares. La procesión descansaba bajo la Higuera Sagrada, donde según la leyenda, Deméter se paró a descansar y fue cuidada por Filatos. Como recompensa, ella le dio el árbol. La procesión entonces continuaba su camino a Atenas para terminar en el Eleusion, templo de Deméter que se encontraba en la acrópolis de la ciudad.

El primer día oficial de los misterios, el arconte basileo, un magistrado ateniense, encargado de la parte no religiosa de las celebraciones, llevaba a la gente hasta el ágora de Atenas y en presencia del sacerdote leía una proclama convocando a los futuros iniciados. Sólo el sacerdote podía decidir quién podía ser iniciado y quién no. Los que tenían prohibida la asistencia eran aquellos que habían cometido homicidios, los bárbaros y todo aquel que no hablaba ni entendía el griego. Los admitidos podían entrar en el Eleusion tras lavarse las manos en el agua sagrada de la entrada al templo.

El segundo día, los participantes caminaban hasta el mar cerca de Atenas y se lavaban a si mismos y a un pequeño cerdo, el cual era sacrificado cuando regresaban a la ciudad. Las actividades del tercer día, el Día de los Sacrificios, no están claras pero parece que ese día el arconte hacia algunos sacrificios y se enviaban muchas delegaciones a otras ciudades para que hicieran sacrificios en nombre de Atenas.

El cuarto día era llamado Asclepia en conmemoración a la purificación del dios Asclepio. La tradición cuenta que Asclepio llego a Atenas un día tarde para su purificación así que los ritos se retrasaron un día para que Asclepio pudiera ser iniciado en los misterios. Ese día, también son purificados aquellos iniciados que han llegado tarde. Los que ya habían sido purificados se quedan en casa y probablemente reciben más instrucciones.

El quinto día se llevaba a cabo la procesión. Oficiales, iniciados y patrocinadores caminaban hacia Eleusis desde Atenas a pie, cubriendo una distancia de 14 millas, aunque los adinerados hacían el recorrido en carruajes. Los sacerdotes también hacían el camino sobre ruedas. Encabezando la procesión se encontraba una estatua de Iaco, la personificación de la excitación y el ruido de la procesión (quizá un epíteto de Dionisos o una divinidad descendiente de Perséfone o Deméter).

Una vez que los iniciados habían cruzado el puente sobre el rio Rheitoi, también conocido como el lugar “krokosis” a causa del legendario Krokos, el primer habitante de la región. Aquí, sus descendientes ataban a cada iniciado una tira de lana color azafrán llamada “kroke” en la mano derecha y en la pierna izquierda. No esta claro el propósito de este acto, simplemente que era una oportunidad que tenían los iniciados para descansar del largo camino.

Una vez que la procesión llegaba al rio Kefisos, unos hombres con la cabeza cubierta conocidos como gephyrismoi, esperaban con insultos y burlas a los iniciados, incluso aunque algunos de ellos fuesen importantes ciudadanos de Atenas. La intención de esto quizá era dotar de humildad a los iniciados o protegerlos contra malos espíritus. En cualquier caso, este aspecto del ritual rememora los chistes de Yambe (según Pierre Grimal, hija de Pan y Eco que hizo reír a Deméter cuando ella estaba afligida por la perdida de su hija). Finalmente, tras la llegada de la procesión, los iniciados participan en bailes y fiestas hasta que la gente se dispersaba y se iba a dormir.

El ritual secreto

En este punto, los detalles de los Misterios son menos claros debido a su naturaleza secreta. El sexto día, llamado Teletes, era probablemente un día de ayuno y purificación. El ayuno quizá se rompía con el consumo de ciceon, una poción de cebada y poleo que conmemora el momento en el que Deméter rehusó beber vino rojo. El arconte Basileo realizaba un último sacrificio antes de que comenzara el ritual. Sabemos muy poco de esta parte de los Misterios. Las fuentes antiguas hablan e insinúan que en la historia de Deméter y Perséfone se dice mucho, quizá invocaciones, y que se habla de los objetos sagrados, aunque no podemos estar seguros de esto. El séptimo día era un día de descanso antes del ritual nocturno en el Telesterion, donde les eran mostrados a los iniciados los tesoros secretos de Deméter. No podían hablar de lo que veían allí dentro bajo pena de muerte. Hay algunas teorías que defienden que en estos momentos se usaban sustancias parecidas al LSD para provocar visiones en los iniciados. Estas sustancias quizá provenían del cornezuelo, un hongo que aparecía a veces en la cebada. El octavo día se hacían libaciones a los difuntos.

El regreso a Atenas

El noveno día se regresaba a Atenas y se cerraba el festival. Al día siguiente, el arconte Basileo y sus asistentes informaban a la asamblea ateniense en el Eleusinion sobre los procedimientos legales que se podían efectuar contra aquellos que no hubiesen actuado de forma piadosa. En este punto, los iniciados ya no tenían obligación de culto y podían seguir con sus vidas.

Los Misterios probablemente terminaron en el año 396 d.C. con la destrucción del santuario de Eleusis y el Eleusinion en Atenas por parte de Alarico y los visigodos.

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Los Juegos Olímpicos

Los Juegos Olímpicos: origen y significado

Los primeros juegos olímpicos que se conocen son los de 884 a.C., pero los resultados más antiguos de los que disponemos nos remontan al año 776 a.C. en Olimpia., donde se hallaba el emplazamiento más importante de Grecia en el que se adoraba a Zeus. Se dice que el fundador de los juegos fue Pélope, hijo del rey de Frigia, quien compitió en una carrera de cuadrigas por el amor de Hipodamia, pero otros atribuyen el mérito a Hércules y sus doce pruebas o a un tributo que éste quiso hacer a su padre Zeus. También existe la versión según la cual el propio Zeus instituyó los juegos para conmemorar su victoria contra los Titanes. También se cree que fueron originarios de Creta y traídos al continente por medio de sus sacerdotes. Por último, Turquía reclama ser el lugar originario de la competición, pues se han encontrado en sus tierras las estatuillas deportivas más antiguas que se conocen.

Hay constancia de que antes de que se celebrasen los juegos olímpicos, ya había unas competiciones deportivas en honor a los dioses llamados Juegos Mïticos. Oficialmente, su origen está en una tregua firmada por Ifitos, rey de Elida, y Licurgo, rey de espadas, mediante la cual en vez de luchar en el campo de batalla, lo hacían en los estadios.

El valor de los juegos era una manifestación religiosa de acatamiento a los dioses; se desarrollaba el cuerpo y el alma; favoreció la amistad entre diferentes ciudades y contribuyó a la unidad de los helenos. Tenían un gran significado religioso, pues se celebraban a los pies del Monte Olimpo, residencia de los dioses, y todo el esfuerzo se dedicaba a ellos, ofreciendo lo mejor del hombre: capacidad artística y destreza en los deportes.

Se celebraban cada cuatro años y duraban seis días y eran una ocasión muy especial en las ciudades, incluso se detenían todos los actos oficiales. Había emigraciones de todos los pueblos griegos hacia Olimpia, que hizo que la ciudad evolucionara y se convirtiera en un centro de unión de los griegos. Representantes de todas las ciudades participaban en las ofrendas y sacrificios anteriores a los juegos, lo que provocaba una sensación de hermandad entre todas ellas. Se competía además a nivel individual, no en nombre de ninguna ciudad.

No se vendían entradas y se levantaban carpas y casetas para refugio de gente que acudiera como espectador. Aún así, muchos se quedaban fuera y tenían que dormir a la intemperie.

Las categorías

No se sabe con certeza en qué orden se realizaban las distintas pruebas.

- Las Carreras: la principal carrera era la de velocidad, que constaba en un recorrido de 192 metros (un estadio). Más tarde se añadieron el díaulo (velocidad pero de ida y vuelta), el dólico (resistencia) y la hoplitodromía (carrera con armamento).

- Salto de Longitud: no se medía la distancia saltada, sino que se tomaban en cuenta las huellas de los participantes. Posteriormente este salto se realizó con piedras o plomo.

- Lanzamiento de disco: consistía en el lanzamiento de un disco de bronce, cuyo tamaño y peso variada en función de la edad de los participantes.

- Lanzamiento de jabalina: se medía no la puntería sino la distancia

- Lucha: consistía en derribar al adversario. No se permitían patadas, manotazos ni puñetazos

- Pugilato: se permitía golpear únicamente con los puños

- Pancracio: aparece en 640 a.C. consistía en vencer al rival usando cualquier método. Podía llegar incluso a la muerte.

- Carrera de carros: eran el momento más importante de los juegos. Podían llegar dos o cuatro caballos.

- Carreras de caballos: no se usaban ni estribos ni sillas, y podían incluir obstáculos.

- El Pentatlón: Este era la competencia por excelencia de los Juegos Olímpicos, se incorporó en el año 708 a.C. Constaba de una carrera de velocidad, salto de longitud, lanzamientos de disco y jabalina y lucha.

La organización

La dirección y organización de los juegos recaía sobre la Bulé de Olimpia, conocido como el Consejo Olímpico. Se encargaba principalmente de elegir a los jueces de las pruebas y a castigarlos si no desempeñaban su labor correctamente. También controlaban los ingresos y los gastos del tesoro de Zeus en la ciudad.

Los jueces o helladónicas eran designados 10 meses antes de la celebración de los juegos y sólo eran elegidos para una celebración, aunque podían ser reelegidos. Seleccionaban a los participantes, supervisaban los entrenamientos, inspeccionaban las instalaciones, dirigían las pruebas y entregaban las condecoraciones.

Los theólocos eran los sacerdotes que supervisaban los templos, realizaban los ritos y conservaban los altares. Sus funciones se limitaban a la liturgia.

Las normas

- Sólo podían participar griegos de condición libre, que debían entrenar obligatoriamente en Elis (ciudad a 50 km de Olimpia) y prestar el juramento ritual

- Sólo las mujeres solteras podían entrar pero como espectadoras.

- Era obligatorio participar desnudo.

- No se podía matar al adversario ni empujarle en las carreras.

- Los sobornos se castigaban con azotes

- Los jueces no podían participar

- Quedaban excluidos todos aquellos que tuvieran multas, los delincuentes, los reincidentes, los homicidas y los sacrílegos

- Si un atleta llegaba con retraso se le excluía de la prueba

- Se podía reclamar al senado de Olimpia si se estaba en desacuerdo con la decisión de los jueces, pero este desacuerdo no podía manifestarse públicamente.

El desarrollo

Cuando se acercaba la fecha de celebración de los juegos, se declaraba una tregua sagrada, que ponía fin a todos los enfrentamientos militares, la preparación de ejércitos, construcción de armas… Los heraldos eran los encargados de dar a conocer esta tregua al tiempo que anunciaban los juegos.

El día antes de comenzar los juegos, participantes y jueces abandonaban Elis y se dirigían al altar de Zeus en Olimpia, donde juraban delante de la imponente estatua de Zeus de marfil y oro y doce metros de altura (una de las maravillas del mundo) que no iban a delinquir contra los juegos y manifestaban que habían seguido el entrenamiento obligatorio durante los 10 meses anteriores.

El primer día actuaban heraldos y trompeteros (posteriormente se convertiría en otra categoría). El segundo día competían los más jóvenes. El tercer día tenían lugar las competiciones ecuestres, era el día de la aristocracia por antonomasia, pues eran los nobles quienes poseían carros y caballos para participar. Como curiosidad, decir que como en estas carreras el vencedor era el dueño del carro o del caballo, se dieron casos en los que la galardonada fue una mujer.

El cuarto día era el más importante, ya que se realizaba un ritual en honor a Zeus y se sacrificaban 100 bueyes en su honor.

El quinto día se celebraban el díaulo, el dólico, la lucha, el pugilato y el pancracio. El día finalizaba con la hoplitodromía. El sexto día era el cierre de los juegos y la entrega de premios. Los premios no consistían en nada material, sino en el honor y la gloria. Para simbolizarlo se les dio en principio una manzana, pero después se pasó a la corona de laurel y una cinta de lana en la frente. El nombre, el del padre, el lugar de nacimiento y el linaje de cada ganador se inscribían en un registro. El que conseguía vencer en todas las pruebas del pentatlón, tenía derecho a una estatua en el templo de Zeus. Al regresar a sus polis los ganadores eran recibidos como héroes; poetas y oradores narraban sus hazañas. Existe constancia del nombre del primer ganador de los Juegos Olímpicos: fue Koreibos de Elida y recibió como premio una manzana. El último ganador antes de su prohibición fue el armenio Varazdat.

Los juegos fueron prohibidos en 394 por Teodosio el Grande por considerarlos paganos al servir de adoración a falsos dioses, aunque la versión oficial fue que el obispo de Milán, san Ambrosio, veía las competiciones como un espectáculo cruel y sangriento.

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La educación espartana

Si algo se le viene a uno a la cabeza cuando se le menciona la palabra “Esparta” es la dureza, la disciplina y la militarización de su sociedad, especialmente removida desde el estreno de la película “300”. Incluso hemos adaptado el adjetivo “espartano” para referirnos a algo austero, firme, sobrio, severo. En este artículo voy a explicar el proceso mediante el cual los espartanos adquirían ese carácter que les ha caracterizado y ha hecho que sean recordados durante siglos.

Los jóvenes espartanos crecían con la idea de que tenían que luchar por la gloria de su ciudad. Ya no se trataba como antes de ser héroes, según el ideal homérico, aunque se seguía educando a los chicos en deportes, competiciones, etc… Un ejemplo de esto es que aproximadamente la mitad de los vencedores de los juegos olímpicos eran espartanos.

El sistema educativo creado por Esparta era obligatorio para ser considerado un ciudadano con todos los derechos, tal como nos lo explican Jenofonte y Plutarco. Se hacía de forma colectiva, puesto que en vez de existir un alumno y un maestro, había lo que hoy llamaríamos una clase, un aula, donde se agrupaba a los niños de edades similares frente a un solo maestro. Este sistema se atribuye a Licurgo, aunque parece que no hay referencias históricas para confirmarlo.

Plutarco nos cuenta que nada más nacer, un grupo de ancianos examinaba al niño para verificar que estaba en forma y que era fuerte y bello. Si no era así, se les arrojaba por un barranco, ya que sólo alimentaban bocas productivas. Si se le permitía vivir, se le criaba sin las menores muestras de mimos o cariños. No les ponían pañales para no retrasar su evolución y para que se adaptaran al frío y al calor. Se les acostumbraba a estar solos y a la oscuridad.

A los 7 años abandonaban el hogar familiar y se iban a vivir a unos barracones militares donde comenzaban su instrucción. Aprendían a leer y a escribir (lo justo, según Plutarco), y también a cantar, aunque todo se centraba en el atletismo, la lucha, el manejo de las armas y sobretodo a obedecer ciegamente. En palabras de Plutarco; “Licurgo acostumbró a los ciudadanos a no saber vivir solos, a estar siempre, como las abejas, unidos por el bien público en torno a sus jefes". Los niños iban siempre desnudos y sucios, pues no se les permitía bañarse. Se les alimentaba con lo justo, con lo cual se les dejaba con hambre y se les animaba a robar comida. Si eran sorprendidos, les castigaban no por robar, sino por haber sido torpes y dejarse pillar. Tenían que fabricarse las camas ellos mismos con cañas y sólo con sus manos. Todos los ciudadanos estaban autorizados a vigilar por la correcta educación de los niños: podían castigarles, reñirles, azotarles… Esto llegó tan lejos que incluso se llegaron a celebrar unas novatadas en las que hubo niños azotados bajo el sol hasta la muerte, ante la mirada de los ciudadanos.

Cuando cumplían los 20 años, todo se centraba en fortalecerlos, para lo cual se les llevaba a un bosque, se ataba una cadena a un árbol y a ésta, un palo. El joven se agarraba a este palo mientras dos compañeros le apaleaban. Cuando caía al suelo, se encargaban de levantarlo para continuar. Con esto, aprendían a soportar el dolor, y los que apaleaban aprendían a no dejarse llevar por la piedad o la lástima ante el dolor ajeno, aunque se tratase de un compañero. Cuando acaba el castigo, no se curaban las heridas del apaleado. Muchos prefirieron morir antes que ceder al dolor.

En cuanto a las niñas, se las educaba también en la gimnasia, la lucha y el atletismo, lo que las fortalecía para traer al mundo niños vigorosos y sanos. Se trataba de reducir al mínimo los sentimientos: el matrimonio sólo servía para traer nuevos guerreros. Las esposas se prestaban con normalidad. Como contrapartida, las espartanas tenían una libertad de la que carecían otras mujeres griegas. Ellas heredaban de los padres y administraban la economía familiar.

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El telar en Grecia

En la sociedad griega la mujer estaba considerada como un ser inferior al hombre, según autores como Platón o Cleonice de Aristófanes, por lo que estaba alejada de los dos terrenos principales de la vida pública: la Asamblea y el campo de batalla. Estando relegada de esas funciones sociales, corresponde entonces a la mujer griega la preeminencia en la vida cotidiana y en el hogar, reconociéndose su predominio en estas labores.

En este artículo voy a hablar del telar, del arte de tejer, pues era un terreno exclusivo de la mujer y donde ella podía explayarse. Su superioridad en este terreno está confirmada en textos de Sócrates y Glaucón. La importancia del telar la vemos ya reflejada en el mito de la diosa Atenea, patrona de las tejedoras y orgullosa de su talento hasta el punto de transformar a Aracne en araña debido a que ésta la superaba en su habilidad. Pandora, la mujer que trajo los males al mundo, también era una virtuosa tejedora, alumna de Atenea. Encontramos tejedoras también en la literatura: quizá la más famosa de ellas sea Penélope, esposa de Ulises, quién utilizó su telar para frenar a sus pretendientes mientras esperaba a que llegase su marido de Troya.

Aquí podemos ver una separación entre las funciones del hombre y la mujer: él va a la guerra y ella permanece en el hogar tejiendo. En esta división de funciones encontramos algo más que roles dentro de la sociedad. El trabajo del telar se consideraba un trabajo mecánico, en el que no se necesitaba usar la razón, mientras que la política y la guerra eran funciones en las que era necesaria la intelectualidad.

Confinadas las mujeres entonces a estos trabajos, tuvieron que buscar la manera en la que utilizar el telar para desarrollar actividades “no racionales”, para utilizar la astucia y conseguir sus objetivos. Un grupo de mujeres tejiendo o incluso una sola mujer tejiendo en la soledad de su hogar, parecía una imagen inofensiva y cotidiana para los hombres, pero éstos no sospechaban que podían estar tramando mil asuntos y planeando otras tantas intrigas y artimañas.

En este sentido se podía hablar de que las mujeres crearon una religión basada en el telar y en las funciones que realizaban a través de él. Tendrían entonces tres divinidades principales: por supuesto Atenea, las tres Moiras que tejen el destino de los hombres y Afrodita, a la que Safo llamó “tejedora de engaños”. Muchas mujeres encontraron en el arte de tejer la solución a sus problemas: Penélope, como hemos dicho, conservó su patrimonio gracias a su tarea de tejer y deshacer lo tejido durante veinte años; Helena de Troya tejió los sucesos de la guerra alcanzando casi la perfección; Electra reconoció a su hermano Orestes tras ver una tela que ella misma le había tejido; por último, podemos hablar de Filomela, la hija de Pandión, violada y recluida en una cabaña en el bosque por su cuñado Tereo, consiguió contarle a su hermana Procne todo lo que le había pasado mediante imágenes en una tela.

La tela es usada entonces como un instrumento mediante el cual la mujer consigue lo que quiere sin que nadie sospeche nada de su labor. Es un medio de comunicación a los demás y además, ofrenda para las diosas tutelares de esta dedicación. Podría hablarse de un lenguaje específico que los hombres no alcanzaban a comprender, ya que para ellos y para la sociedad en general, la imagen de la mujer tejiendo dentro de su casa era la representación misma de la virtud, la moral y la castidad, cuando en realidad la tela era un instrumento utilizado a voluntad por las mujeres. Podían usarla como excusa para evadir otras tareas, para tejer velos y vestidos con los que manipular a los hombres, para reunirse entre ellas sin que pareciera que urdían algo… Expresiones actuales como “tramar”, “urdir” o “tejemaneje” vienen de esta concepción de la labor de tejer.

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El paso de niña a mujer en Grecia

Siempre se habla de ritos de adolescencia en cuanto a los niños, pero ¿qué hay de las niñas? Existen varias fuentes en las que se alude a ciertos ritos encaminados a marcar la transición de niña a mujer en la Antigua Grecia. Una de ellas es la comedia Lisístrata, de Aristófanes, datada a finales del siglo V a.C. El breve texto dice así:

“Apenas tuve siete años, llevé las vasijas en procesión, después, a los diez, molía el trigo para nuestra superiora. Pronto, después, envuelta en la túnica azafranada, fui osa en las fiestas Brauronias, y al fin, con un collar de higos secos, convertida en una hermosa muchacha, llegué a portar las canastas de la diosa en el desfile”

La mayoría de los rituales de los que tenemos constancia son de iniciación, es decir, ceremonias que las jóvenes debían realizar para pertenecer a un colectivo y determinar su posición dentro de él. Se distinguen siempre tres fases:

- Se separa a la niña de su familia y su contexto cotidiano
- Se la lleva a un lugar alejado de su comunidad
- Una vez completada la educación y celebrados los rituales, la muchacha es una mujer y es devuelta a la sociedad, donde desempeñará su nuevo papel.

Por lo visto, este tipo de rituales sólo se llevaban a cabo en las familias de clase alta, la aristocracia, que eran las únicas que podían permitirse esta educación. Las familias modestas se conformaban con entregar ofrendas y realizar oraciones.

Los rituales no eran tan majestuosos como los masculinos y su objetivo era preparar a la mujer para su papel de esposa y reproductora, único estino posible. Generalmente, los rituales de las mujeres se marcaban por sus ciclos biológicos, así, la iniciación debía llevarse a cabo justo antes de la primera menstruación.

Estos rituales se desarrollaban bajo la protección de Ártemis y se explican mediante un mito que los unifica y les da sentido- Agamenón, rey de Micenas, salió a cazar y al acertar a un ciervo, se jactó de que era mejor cazador que Ártemis. La diosa se ofendió y provocó una calma en el mar, de manera que la flota de los aqueos, bajo el mando de Agamenón, no pudo zarpar hacia Troya. Tras consultar a un oráculo, se determinó que la única manera de que soplara el viento era sacrificar a Ifigenia, hija del rey. En el momento de matarla, Ártemis se compadeció de ella y la sustituyó por un ciervo. Según las versiones, el ciervo cambia por un fantasma, una imagen de cera o una osa. Ésta última ampara los rituales que se habían cada cuatro años en Braurón, lugar donde se creía que había tenido lugar el sacrificio. En ese mismo sitio, se ha encontrado un templo dedicado a Ártemis.

Las niñas entre cinco y diez años pasaban una temporada en el santuario de Ártemis para aprender los misterios de la diosa. Frente al altar presidido por una palmera, árbol bajo el cual nació la diosa, las niñas vestidas con túnicas color azafrán bailaban imitando a los osos, hacían ofrendas y sacrificaban cabras, representando la muerte simbólica de la etapa infantil. Después, las jóvenes volvían a sus casas para elegir un esposo y ser madres siempre bajo la protección de Ártemis.

Otro rito iniciático es el de las aves de Estínfalo. La leyenda dice que Euristeo mandó a Hércules a Estínfalo, en Arcadia, para que hiciera huir a los pájaros que había en los alrededores de un lado. Para esto, Atenea le dio unas castañuelas de bronce con las que espantar a las aves. Pausanias habla de un templo de Ártemis en Estínfalo, en el que había un techo pensado para que los pájaros se posasen en él; además había estatuas de muchachas con patas de pájaro en vez de piernas. Cada cierto tiempo, chicas y chicos se reunían. Ellas cantaban y bailaban como pájaros y ellos imitaban a los lobos que las acechaban.

En Esparta también se celebraban estos mitos aunque incluían un adiestramiento físico encaminado a que engendraran niños fuertes para ser guerreros. Los mitos para estos rituales se basaban en las guerras con Mesenia, en el momento en el que un grupo de soldados mesenios entraron en el templo de Ártemis en el momento en que se celecraba un ritual de iniciación y se unieron a ellas. Precisamente en Esparta se encontró una inscripción muy significativa: una niña consagra a Ártemis su tympanon (pandereta), su pelota y sus ornamentos para el pelo. Ya no los necesitaría.

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El origen de los dioses griegos

La principal fuente en la que me voy a basar es la Teogonía de Hesíodo, obra escrita a finales del siglo VIII a.C en la que se narra el origen del cosmos y el linaje de los dioses, así como la manera en la que Zeus se constituyó en el centro de toda la mitología.

En primer lugar existió el Caos y después Gea. En el fondo existía Tártaros y Eros, que se le menciona como un sentimiento más que como un dios antropomorfo. Del Caos surgió la Noche y Érebos. De la unión de los dos hermanos nacieron el Día y el Éter. De Gea nació Urano, las Montañas, las Ninfas y el Ponto (el mar).

Gea y Urano tuvieron una larga descendencia, los Titanes, destacando el más joven de todos ellos, Cronos, quien nació odiando a su padre. Hermanos suyos fueron los Cíclopes y unos monstruos a los que Hesíodo no da nombre que son descritos con cien brazos y cincuenta cabezas. Son los hecantóquiros.

Urano sabía que no sólo Cronos, sino que todos sus hijos le odiaban, así que haciendo gala de su crueldad, no dejaba a Gea dar a luz, dejando a los hijos dentro de su vientre. Gea, hinchada y cansada, urdió un plan con sus hijos. Cronos se ofreció a llevar el plan a cabo y una noche, cuando Urano quiso acostarse con Gea, Cronos sacó su mano armada con una hoz afilada y cortó los genitales de su padre. Ésos cayeron al mar y de la espuma que formaron nació Afrodita, que llegó a las costas de Chipre.

Rea y Cronos tuvieron a Hestia, Démeter, Poseidón, Hera, Hades y Zeus. Cronos, temiendo que le sucediera lo mismo que a su padre, se iba comiendo a sus hijos según nacían, provocándole sufrimiento a Rea. Cuando Zeus nació, Rea decidió entregar el bebé a su suegra, Gea, para que lo cuidara, y ella entregó a Cronos una piedra envuelta en pañales. Al cabo de un año, Cronos vomitó la pesada piedra y detrás de ella, a todos sus hijos.

Zeus entonces tuvo que enfrentarse a los Titanes, pues éstos no querían quedar por debajo de él, así que lucharon durante diez años. Para esto tuvo que liberar del Tártaro a los hecantóquiros y a los cíclopes, quienes forjaron para él el rayo. Zeus obtuvo la victoria y los tres hermanos olímpicos se repartieron el poder: Zeus se quedó en el cielo, Poseidón el mundo submarino y Hades el mundo subterráneo. Aun así, antes de establecerse en el cielo, Zeus tuvo que vender a los gigantes y destruir a Tifón.

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El oráculo de Delfos

La desaparecida ciudad de Delfos se encontraba a los pies del monte Parnaso, a 700 metros sobre el nivel del mar y a pocos kilómetros del golfo de Corinto y el puerto de Itea. Allí se construyó el enorme recinto sagrado compuesto por el templo dedicado al dios Apolo y otros edificios sagrados, que pasarían a la historia como el Oráculo de Delfos, al que los antiguos acudían en busca de predicciones y respuestas. Este centro religioso fue un componente básico en la colonización de Sicilia e Italia del sur. Su estructura circular rodeada de naturaleza y con olivares hasta el mar estaba envuelta en un gran ambiente de enigma y misterio.

Según la leyenda, este lugar fue escogido por la diosa de la tierra Gea y su serpiente Pitón como sitio de asentamiento. Gea era la identificación griega de la Tierra, una diosa madre a la que se dio culto en el mundo minoico. Se dice que ella fue la primera adivina del lugar, lo que se confirma por la presencia de algunas estatuillas femeninas que la representan. Ya en el siglo VIII a.C, el lugar se dedicó a Apolo. Apolo mató al reptil para apoderarse de su sabiduría y convertirse de esta manera en líder del futuro oráculo. Del nombre de Pitón derivó el de pitia o pitonisa, asignado a las mujeres que descifraban el oráculo. También fue el adjetivo que se usó para calificar los juegos fúnebres que Apolo fundó en honor de la serpiente muerta. Estos juegos se celebraban cada ocho años hasta que se cambió a cada cuatro, de manera que alternaban con los Juegos Olímpicos. La lucha entre Apolo y Pitón es un tema arquetípico en el que se muestra el avance triunfal de los dioses de origen indoeuropeo sobre las primitivas divinidades autóctonas. Otra teoría acerca de cómo Apolo se adueñó de Delfos es la que explica Esquilo: a Gea la sucedió su hija Temis y a ésta Febe, madre de Leto y abuela, por tanto, de Apolo.

Existen otros mitos acerca de Delfos. La famosa fuente de la Castalia, surgida por la coincidencia de manantiales montañosos y resguardada por un bosque de laureles dedicado a Apolo, habría sido lugar de encuentro de divinidades y ninfas para hablar de poesía y tocar la lira. Otra historia dice que Zeus y Atenea discutieron acerca del lugar en el que se encontraba el centro de la tierra, que la diosa situaba en Atenas, así que Zeus mandó a dos águilas salir volando cada una de un extremo del cosmos y fueron a encontrarse en Delfos, donde una piedra con forma de cono y llamada ónfalos simbolizaba, como su nombre indica, el ombligo del mundo. Esta piedra se encuentra actualmente en el museo del recinto de Delfos y se ha relacionado con rituales a la Diosa Madre como primera representación de la fecundidad. En ella se encuentran esculpidos nudos y cintas quizá en recuerdo de unos ornamentos a modo de venda con los que se cubrían la cabeza los sacerdotes. Otra relación de Delfos con el culto a la Gran Madre es su propio nombre pues delphys quiere decir “útero”.

Al oráculo acudían todos aquellos que quisieran consultar a los dioses acerca de algún tema que les preocupara, ya fueran nobles o pobres, y sin importar su lugar de procedencia, puesto que incluso había gente que se desplazaba desde el norte de África para hablar con la pitia. Antes de hacer la pregunta o consulta, los días 7 de cada mes entre febrero y octubre, por ser la fecha de nacimiento de Apolo, los interesados tenían que colocar una cabra sobre el altar y derramar encima de ella un cubo de agua fría; si el animal tiritaba era señal de que el dios Apolo atendería sus peticiones. Era de rigor además pagar una tasa, que parece ser que coincidía con lo que cobraba un jurado de la época. Es de remarcar el hecho casi desconocido de que durante los tres meses de invierno, Dionisos sustituía a Apolo en el oráculo, pues que éste marchaba a pasar los meses de frío con los Hiperbóreos.

Los vaticinios del oráculo eran transmitidos a los consultantes, que hacían su ruego de forma oral, a través de sacerdotisas, pitias, o pitonisas, mujeres elegidas de forma vitalicia sin tener en cuenta su estatus social, sino que su vida fuera irreprochable y que estuvieran dispuestas a vivir para siempre en el santuario. Al principio hubo sólo una, pero el aumento del volumen de trabajo en la época de apogeo del oráculo hizo que hasta tres pitonisas estuvieran disponibles al mismo tiempo. Siempre fue requisito que la mujer elegida fuese virgen, pero el rapto y la violación de una de ellas aumentó la edad a 50 años o más, para evitar que volviera a suceder. En ocasiones se relaciona el término sibila con Delfos pero la verdad es que este nombre comienza a aparecer en el siglo VI a.C. por parte de Heráclito de Éfeso. Algunas tradiciones afirman que la primera pitia se llamaba Sibila y que luego se generalizó, pero se piensa que las verdaderas sibilas procedían de Asia y sustituyeron a las pitias.

Existen varias teorías acerca de la manera en la que la pitonisa ejercía su trabajo. Parece ser que previamente se sumergía al atardecer en la fuente Castalia y guardaba ayuno. Luego entraba en trance, unos dicen que masticando hojas de laurel (aunque parece improbable) y otros hablan de grietas en las piedras de las que emanaban gases tóxicos, aunque no está demostrado arqueológicamente. Hace años unos arqueólogos americanos hablaron de la posibilidad de que se tratase de gas etileno, lo que explicaría el olor dulce del que se habla en fuentes antiguas, pero en 2006 unos especialistas franceses desmintieron la teoría del gas etileno a favor del gas metano. Aún no hay un acuerdo sobre esta cuestión.

Cuando estaba preparada se sentaba en un trípode, cuyos pies simbolizaban pasado, presente y futuro, y daba sus profecías mediante sonidos ininteligibles y guturales que un sacerdote pasaba en verso a una tablilla de cera y entregaba al consultante. La pitia se liberaba entonces del espíritu divino. El consultante podía escuchar a la pitia desde una sala vecina pero no se le permitía verla. De cualquier manera, estas descripciones provienen de autores cristianos como Juan Crisóstomo u Orígenes que seguramente intentaban ridiculizar las religiones paganas y politeístas, por lo que no son absolutamente fiables. Hablaban de que la pitia aparecía totalmente desgreñada, con tiritonas y echando espuma por la boca. La prueba de que esto era inventado es que no existen descripciones del momento del oráculo por parte de autores griegos o latinos. Ni siquiera Plutarco en los Diálogos Píticos menciona nada de esto.

Muchos personajes acudieron al oráculo de Delfos en busca de respuestas y consejos. El rey Creso de Lidia acudió a preguntar si debía invadir Persia, recibiendo como respuesta “Creso, si cruzas el río Halys (frontera entre Lidia y Persia) destruirás un gran imperio”. Creso se lanzó a la batalla sin pensar que el imperio asolado sería el suyo, como así fue. Querofonte, amigo de Sócrates, preguntó si existía alguien más sabio que éste, y recibió como respuesta un no. Phalantos de Esparta consultó sobre una expedición colonizadora a Italia y se le respondió que tomaría tierras tan pronto como cayese lluvia desde un cielo claro. Su esposa se llamaba Aithra, que significa “cielo claro”, así que cuando su marido la vio llorar supo que estaba preparado para la conquista.

Otros insignes e ilustres visitantes fueron el emperador Adriano, el escritor Pausanias, el político Herodes Ático y Plutarco, como dirigente de la liga religiosa que conglomeraba a 12 pueblos y que trasladó allí su sede desde el santuario de Deméter, dando lugar a las guerras sagradas que tanta destrucción trajeron a Delfos. Platón situó también en sus ciudades ideales los oráculos como pieza clave de consulta de los líderes, tal como aparece en La República y Las Leyes.

Plutarco nos cuenta que Alejandro Magno, poco después de ser nombrado comandante de la Liga Panhelénica para combatir a los persas, visitó el oráculo en uno de sus días nefastos, en los que estaba prohibido hacer ceremonias o vaticinios. Pero Alejandro tenía prisa y exigió que la pitonisa le atendiera de inmediato. Los sacerdotes se negaron aludiendo que era una gran ofensa molestar al dios Apolo de esa manera, así que Alejandro fue hacia la pitonisa y la arrastró hacia el lugar del templo donde se hacían las predicciones. Ella, viendo que la iba a obligar a entrar en trance, dijo “eres invencible” a lo que él respondió que ya no necesitaba ninguna profecía, pues había escuchado las palabras que deseaba.

El oráculo de Delfos destacó por sus numerosos aciertos, lo que se justifica porque allí estaban los hombres más sabios y con más conocimientos de su tiempo. En cualquier caso, el clasicista Fontenrose analizó casi 600 oráculos y constató que en la mayoría no eran predicciones sino aplicaciones de hechos pasados unidos con folklore. Sólo 75 fueron juzgados como históricos, fehacientes y verdaderos visos de futuro.

A lo largo de los años numerosas construcciones fueron tapando el recinto de Delfos pero en el siglo XIX, la Escuela Francesa de Arqueología de Atenas inició unas excavaciones en las que se pudo desenterrar todo el conjunto arquitectónico. Destaca el templo de Apolo, restos de estatuas crisoelefantinas (hechas de marfil y oro), el estadio, el santuario de Atenea, la fuente Castalia, el auriga de bronce a tamaño natural, la esfinge de Naxos o el tesoro de los atenienses. Los tesoros eran capillas en las que se guardaban los exvotos u ofrendas que se hacían como agradecimiento por las predicciones. El de los atenienses, hecho tras la Batalla de Maratón, fue el más ostentoso. Las piedras se exponen actualmente en el Museo de Delfos.

Durante el siglo IV a.C. sucedieron algunos desastres en Delfos, destacando un terremoto y tres guerras entre tesalios, foceos, atenienses, tebanos y beocios que provocaron daños arquitectónicos irreparables, además de la desaparición de varios tesoros que fueron fundidos para pagar a los soldados. En los siglos III y II a.C. y gracias a la colaboración de los reyes de Pérgamo sobretodo, Delfos recuperó parte de su antiguo esplendor con la donación de dinero, mano de obra y estatuas para su restauración. Ya en el siglo I a.C. el oráculo comienza a dar señales de abandono, como indica Plutarco en los Diálogos Píticos. El dinero de las donaciones se va terminando y cada vez hay menos consultas sobretodo de ámbito político. En el siglo II d.C el oráculo disfruta de su canto de cisne: Adriano mantiene correspondencia con el oráculo y algunos dirigentes romanos hacen donaciones, sin embargo, los visitantes de esa época ya eran en su mayoría curiosos y no fieles. En el siglo III d.C, hérulos, godos y bastarnos pasaron por Delfos en su recorrido y destrozaron casi todas las estatuas.

La decadencia del oráculo de Delfos comenzó a raíz de las críticas cristianas que definían lo que sucedía allí como demoníaco y pornográfico. Pese al intento de revivirlo de Juliano el Apóstata, Teodosio lo clausuró oficialmente en el año 381.

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El culto de los soldados romanos

Quizá resulta extraño hablar de “religión” de los soldados romanos, puesto que como ciudadanos tenían las mismas creencias que los civiles, pero sí es cierto que tenían más devoción por divinidades guerreras y que además, tenían especial cuidado en el culto al emperador, considerado prácticamente como un dios. Además, los campamentos militares en ocasiones eran auténticas ciudades en las que, además de mercados y médicos, había también una clase sacerdotal que se encargaba de preparar los sacrificios y los actos rituales previos o posteriores a una batalla.

Los principales dioses adorados por los romanos eran:

- Marte: originalmente parece ser que estaba considerado como un dios de la vegetación y su fuerza productiva, pero su carácter fue evolucionando hasta convertirse en una divinidad propiamente guerrera. Tuvo un papel importante en la historia de Roma, puesto que se le consideraba padre de Rómulo y Remo. Prácticamente todos los escalafones del ejército ofrecían votos a Marte y como prueba de su consideración como dios de la guerra, tenemos el Campo de Marte, una gran explanada en la que originariamente se levantó un altar a Marte y que sirvió como lugar donde se instruían los soldados y practicaban en tiempos de paz.

- Hércules: llegó a Roma como influencia de Grecia a través de Heracles. Se le consideraba protector de las armas pero también procuraba la fecundidad de los campos, con lo que ocurre lo mismo que con Marte, una curiosa dicotomía dios guerrero-destructor contra dios agrícola-creador. También era protector de la familia y del comercio. Muchos emperadores se identificaron con él, especialmente Cómodo, que incluso se puso el apodo Hercules Romanus. Sus valores morales, además, le hicieron objeto de admiración.

- Minerva: a pesar de que pueda sorprender que Atenea, símbolo de la inteligencia, fuera una de las divinidades preferidas por los soldados, hemos de recordar que representaba también la estrategia militar. Era además protectora de Roma y formaba parte junto con Juno y Júpiter de la tríada capitolina.

- Los Dióscuros: los gemelos Cástor y Pólux eran a menudo “avistados” por generales que creían verlos luchando junto a ellos en el campo de batalla. Eran adorados especialmente por los soldados de la caballería, pues frecuentemente aparecían representados montados a caballo.

También podemos hablar del culto a otras divinidades menores basadas en términos más abstractos. Así, tenemos a Virtus, que aparece unida muchas veces a Honos. No podemos olvidar a Victoria, que posteriormente sería relegada por la Niké griega. En ocasiones encontramos también influencias de cultos orientales como el mitraísmo o cultos indígenas que asociaban al panteón romano.

Todas las festividades religiosas que debían cumplir los militares se encontraban perfectamente detalladas por el poder central en el Feriale Duranum, un calendario que se repartía a todas las guarniciones y en el que aparecían todos los días que debían festejarse. De esta manera, los soldados que se encontraban lejos de sus hogares podían sentirse vinculados a sus creencias compartiendo aquellas celebraciones, amén de que obviamente era una señal de a quién debían las victorias: a los dioses y al emperador, que se encargaba de que fuesen honrados. Esto lo vemos muy claro en el papel de Júpiter, protector del emperador y del ejército, siendo un nexo entre ambas instituciones.

Respecto a los campamentos romanos, no debemos considerarlos simplemente como un campo de operaciones. Eran pequeñas réplicas de Roma, puesto que los soldados pasaban largas temporadas en él y poco a poco se iban añadiendo todos aquellos elementos de la vida diaria que en un principio se habían obviado. Al igual que había pequeños mercados, cocinas, talleres, etc… existían pequeñas capillas con su propio personal religioso especializado. Se establecían además estatuas de las divinidades que hemos mencionado antes y un altar en el que se hacían los pertinentes sacrificios y rituales. El lugar en el que se instalaba el campamento era sacralizado y se celebraba cada año el aniversario de su creación. Los estandartes y las insignias eran adoradas y ofrecidas a los dioses.

El personal religioso que atendía las necesidades de culto del campamento eran los feciales. Formaban colegios de veinte sacerdotes cuya misión principal era el diálogo pacífico con los extranjeros para evitar guerras. El jefe de los feciales era el pater patratus y portaba un cetro de Júpiter. Esta función no la podía desempeñar alguien cuyo padre no viviese.

Tito Livio nos ha dejado un ejemplo del discurso que estos feciales ofrecían a los pueblos con los que había algún conflicto:

Cuando el legado llega a la frontera del país al que se presenta una reclamación, se cubre la cabeza con el filum y dice “Escucha, Júpiter; escuchad fronteras de... (nombra al pueblo al que pertenecen); que escuche el derecho sagrado. Yo soy el representante oficial del pueblo romano; traigo una misión ajustada al derecho humano y sagrado, que se dé fe a mis palabras”. A continuación expone las reclamaciones. Pone, luego, a Júpiter por testigo: “Si yo reclamo, en contra del derecho humano y sagrado, que esos hombres y esas cosas se me entreguen como propiedad del pueblo romano, no permitas que jamás vuelva yo a mi patria”. Recita esta fórmula cuando cruza la frontera, la repite al primer hombre que encuentra, la repite al entrar en la puerta de la población, la repite cuando está dentro del foro, cambiando algunas palabras de la invocación y del texto del juramento”.

En caso de que no se aceptara el pacto, el fecial era también el encargado de declarar la guerra:

Si no le son entregados los que reclama en el transcurso de treinta y tres días, declara la guerra con estas palabras: “Escucha, Júpiter, y tú, Jano Quirino, y todos los dioses del cielo, y vosotros, dioses de los infiernos, escuchad; yo os pongo por testigos de que tal pueblo (nombra al que sea) es injusto y no satisface lo que es de derecho. Pero sobre esto consultaremos a los ancianos de mi patria, a ver de qué modo vamos a hacer valer nuestro derecho”. Vuelve, entonces, a Roma el emisario a demandar consejo. Sin dilación, el rey consultaba a los senadores más o menos con estas palabras: “Respecto a las cosas, objetos y ofrendas que el pater patratus del pueblo romano de los quirites ha denunciado de palabra al pater patratus de los antiguos latinos y a los antiguos latinos, cosas que no entregaron ni abonaron y que debían entregar o abonar, dime (dice a aquel a quien pide el parecer en primer lugar), ¿cuál es tu parecer?”. Entonces aquél respondía: “Mi parecer es que hay que ir por ello con una guerra justa y pura; tal es mi decisión y mi propuesta”. Después se consultaba a los demás por orden; y cuando la mayoría de los presentes era del mismo parecer, la guerra quedaba acordada”.

Seguidamente, se procedía al ritual del lanzamiento de la jabalina:

“Ordinariamente, el fecial llevaba hasta la frontera enemiga una jabalina de hierro, o de sangüeño con la punta endurecida al fuego y en presencia de, al menos, tres adultos decía: “dado que los pueblos de los antiguos latinos o individuos antiguos latinos hicieron o cometieron delito contra el pueblo romano de los quirites; dado que el pueblo romano de los quirites decidió que hubiera guerra con los antiguos latinos, o que el senado del pueblo romano de los quirites dio su parecer acuerdo y decisión de que se hiciese la guerra a los antiguos latinos, por ese motivo yo, al igual que el pueblo romano, declaro y hago la guerra a los pueblos de los antiguos latinos y a los ciudadanos antiguos latinos”. Después de decir esto, lanzaba la jabalina a su territorio”.

Este acto era esencialmente mágico y es de destacar que no se hiciese mención de ningún dios al realizar el lanzamiento. El color rojo no es aleatorio, pues desde antiguo se ha asociado a la sangre.

Junto a los feciales trabajaban los augures y los arúspices. Eran intermediarios entre los dioses y los hombres y su trabajo era interpretar las señales de los dioses y tomarlas como presagios favorables o no a la hora de ir a la batalla. La diferencia entre ambos es que los arúspices realizaban estas profecías en base a una víctima de sacrificio, ya fuera antes o después de muerta.

El culto al emperador era importante en cuanto a que era considerado prácticamente como un dios en sí mismo y además, jefe de todo el ejército. Este culto servía además para asegurar la fidelidad y lealtad de las tropas, garantizando un ejército unido y sin disputas entre sí. En realidad, este culto tenía una gran carga político-propagandística, ya que el emperador aparecía como garante de la paz y de la unidad, favorecido por los dioses.

Con todo esto podemos darnos cuenta de que el soldado romano vivía para algo más que para la guerra y que en realidad, se encontraba imbuido en las mismas creencias y costumbres que los ciudadanos de Roma. Prácticamente civiles y militares profesaban los mismos cultos sólo que obviamente, los soldados destacaban las partes más bélicas.

Un factor importante que distingue a civiles de militares es que éstos estaban en permanente contacto con cultos de otros pueblos, por lo que el ejército fue un importante vehículo de transmisión y movimiento de divinidades, creencias y cultos, ya que divinidades que originalmente comenzaron a adorarse en las tiendas de campaña terminaron llegando a las ciudades y a adquirir gran importancia, como es el caso de Mitra.

En suma, los factores religiosos del ejército son básicamente un elemento de cohesión en un grupo social que pasa mucho tiempo lejos de su patria y de su hogar, y que puede llegar a encontrar cierto consuelo por esta lejanía en un acto ritual a Marte en el que participe todo el campamento.

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